Es este un libro que habla de motociclistas. De una clase particular de ellos que ha decidido «vivir» sobre su motocicleta. Y pasar la vida sobre una moto supone no parar de moverse, de recorrer kilómetros sin importar el destino.
Quizás lo que mejor describa sus motivaciones sea este párrafo del libro comparándolos a aquellos escaladores que subieron el Anapurna por vez primera.
«Del objetivo de conquistar el Anapurna, de ser los primeros escaladores en coronar una montaña de 8.000 metros, lo que les costó a dos de ellos (Maurice Herzog y Louis Lachenal) todos los dedos de los pies, y a uno de ellos los de las manos también, se escribió:
Por supuesto, alguien hizo enseguida la inevitable pregunta: “¿Valió la pena?”.
La única respuesta de Herzog fue una sonrisa. Era una pregunta innecesaria. Para él y sus compañeros, por supuesto, valió la pena. Esta es una historia de hombres valientes. Algunos podrían pensar que es también una historia de hombres temerarios. Pero, cuando menos, demuestra que aún hay entre nosotros quienes están dispuestos a luchar intensamente por fines totalmente ideales; para quienes la seguridad no es lo único que importa ni el fin último de la vida; para quienes hay conquistas que hacer en el mundo que no son conquistar a sus semejantes».
–«Anapurna», Life, 9 de julio de 1951–
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